RESUELVE TUS INQUIETUDES FINANCIERAS

Información Financiera por José Manuel García Rolán

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Con los niveles de volatilidad que han sufrido  los mercados durante el último año, es cada vez mayor el número de inversores que se han dado cuenta de que es necesaria una gestión ágil de su patrimonio para tratar de adecuar el riesgo de la cartera a cada momento de mercado. Además, con el escenario de tipos cero en el que actualmente nos encontramos, y que previsiblemente durará varios años más, cada vez es más difícil lograr esa rentabilidad que antes nos proporcionaban los activos sin riesgo, como, por ejemplo, los depósitos.

 No obstante, hemos observado también que existen determinados perfiles de inversor, especialmente aquéllos que tienen un horizonte temporal de largo plazo, que demandan igualmente una gestión pasiva en sus carteras.

 El artículo que le presentamos hoy está orientado a explicar en qué consiste la gestión pasiva, cuáles son sus riesgos y ventajas, y, sobre todo, qué instrumentos puede usted utilizar para llevarla a cabo.

 ¿Qué es la gestión pasiva?

 Este modelo de gestión consiste en replicar la composición de un índice de referencia, de tal manera que el comportamiento de la cartera replique el comportamiento de dicho índice. La gestión pasiva se conoce también por gestión indexada.

 Como se infiere de la propia definición, en este tipo de gestión no se busca mejorar o batir los resultados del índice de referencia, como sí ocurre en la gestión activa. Aquí el gestor simplemente realizará los cambios oportunos para que la réplica del índice sea lo más exacta posible.

 Instrumentos de gestión pasiva

 A continuación repasaremos algunos de los activos más utilizados para llevar a cabo una gestión pasiva de nuestro dinero.

 Fondos indexados: son aquellos fondos cuya política de inversión está referenciada a un índice (Benchmark), siendo su estructura de cartera de inversiones semejante al mismo, y con un comportamiento similar; su objetivo es obtener la misma rentabilidad del índice de Renta Fija, Renta Variable, país, región o sector de actividad al que está referenciado.

 ETFs (Exchange Traded Funds)

 Replican de manera aproximada y en tiempo real el comportamiento de índices, materias primas, divisas, sectores…

 La principal característica de los ETFs es que son cestas de activos, al igual que los fondos de inversión, pero en este caso cotizando con la misma flexibilidad que las acciones, por lo que puede decirse que los ETFs combinan lo mejor de ambos activos, es decir, la diversificación de los fondos con la agilidad y la operativa de las acciones.

 Existen varias clasificaciones de ETFs, pero principalmente haremos distinción entre:

ETFs directos: reproducen aproximadamente el comportamiento del índice de referencia o mercado.

ETFs inversos: reproducen aproximadamente el comportamiento contrario al índice de referencia o mercado, por lo que ofrecen una rentabilidad cuando el precio de éste cae, lo que permite obtener beneficios incluso cuando las condiciones no son favorables; pueden usarse como cobertura en un momento determinado.

– ETFs apalancados: duplican o triplican nuestra exposición al índice de referencia o mercado, por lo que resultan muy arriesgados, si bien con mayor beneficio potencial.

 Derivados:

 Son instrumentos financieros complejos, cuyo precio depende de la evolución de otro activo, conocido como activo subyacente. Dado que replican exactamente el comportamiento del activo subyacente, pueden ser considerados uno de los instrumentos que mejor se adapta a las características de la gestión pasiva.

 Dentro de los productos derivados el más utilizado a nivel internacionalmente son los futuros financieros, existiendo futuros sobre acciones, índices, materias primas, divisas…

 Un inversor que quiera replicar el comportamiento del índice DAX alemán, por ejemplo, podría utilizar el futuro del DAX para hacerlo. Una vez en cartera, la evolución del futuro está ligada a la evolución del índice, ganando y perdiendo exactamente en la misma cuantía en que lo haga éste.

 Los productos derivados son también de complejidad alta, por lo que únicamente resultan adecuados para perfiles de riesgo muy altos.

 Ventajas y riesgos de la gestión pasiva

  • Reducción de costes.

 La principal ventaja de la gestión pasiva radica en que los costes para el inversor son menores.

 Si el gestor de un fondo simplemente tiene como objetivo igualar lo que haga su índice de referencia, tal y como ocurre en la gestión pasiva, no necesitará realizar entonces una gestión compleja, ya que con ir adecuando los pesos de los activos de la cartera en función de cómo vayan variando los pesos de los activos en el índice ya estará cumpliendo con su objetivo. Es por ello que este tipo de gestión no suele requerir equipos de trabajo amplios, lo que se traduce en una reducción significativa de costes.

 Todo lo contrario que la gestión activa, en la cual el gestor de un fondo tiene como objetivo mejorar el comportamiento del índice que se haya marcado como referencia o conseguir resultados positivos pase lo que pase en el mercado. Es por ello que este tipo de labor requerirá de un mayor esfuerzo y una mayor complejidad en la gestión, puesto que será necesario anticiparse a los movimientos bursátiles. Generalmente, estos gestores suelen contar detrás con un amplio equipo de analistas para ayudarle a tomar las decisiones, así como  plataformas de noticias e información más completas, lo que se traduce en un mayor coste.

 Para que se haga usted una idea: los fondos de gestión activa suelen tener comisiones superiores al 1%, mientras que los fondos de gestión pasiva raramente pasan del 0,50%.

  • Diversificación.

 El hecho de replicar un índice hace que ya de por sí estemos diversificando nuestra cartera, pues, como es sabido, los índices están compuestos por una amplia selección de valores (de distintos sectores y categoría).

 Sin embargo, hay que procurar elegir bien el índice que se replica, ya que podríamos convertir esta ventaja en un riesgo, como explicaremos más adelante.

 En cuanto a lo que concierne a los riesgos es precisamente aquí donde nos gustaría hacer un mayor hincapié, ya que, como asesores, una de nuestras principales funciones es la de acotar al máximo el riesgo de las carteras de nuestros clientes a su perfil inversor y horizonte temporal.

  • No cualquier momento es bueno para hacer gestión pasiva.

 Comenzábamos nuestro artículo haciendo una referencia a la situación de alta volatilidad y tensión en la que actualmente se encuentran los mercados financieros. Esto ha provocado que aquellas carteras que no han estado correctamente diversificadas y que no han ido haciendo cambios a medida que el mercado lo requería, han mostrado un comportamiento mucho peor que aquéllas que sí lo han hecho.

 Con esto pretendemos decir sino que en momentos de mercado donde la tendencia es alcista y la volatilidad disminuye hacer gestión pasiva puede resultar interesante, pero en el momento en que esa tendencia se rompe y los mercados están muy influidos por las noticias políticas y económicas, como sucede actualmente, la gestión activa es mucho más adecuada que la pasiva.

  • Replicar un índice no es garantía de éxito.

 Si echamos la vista atrás 12 meses, nos encontraremos con índices que se han comportado muy bien, como los norteamericanos, donde el S&P500, por ejemplo, está a niveles de hace un año, y, por el contrario, con índices que han sufrido bastante, como la mayoría de los europeos, donde el Eurostoxx50 acumula un 25% de caída en el mismo periodo.

 Incluso dentro de los mismos índices nos encontramos con valores que están cotizando a máximos históricos (Enagás), mientras observamos cómo otros han perdido más de la mitad de su valor en estos últimos 12 meses (Banco Santander, BBVA…)

 Es así como podremos hacernos una idea del riesgo al que nos enfrentamos cuando llevamos a cabo una gestión pasiva de nuestra cartera. El hecho de replicar un índice NO nos garantiza que éste vaya a tener un comportamiento positivo, por lo que deberíamos de plantearnos si realmente el ahorro en costes es tan significativo como para que dejemos la evolución de nuestra cartera únicamente en manos del mercado.

  • Replicar un índice no implica diversificar adecuadamente.

 Hay que tener en cuenta, que cada índice tiene una composición diferente y que, debido a ello, podemos estar asumiendo más riesgo sectorial del que en un principio podríamos pensar.

 Por ejemplo, el Ibex tiene un peso muy significativo de bancos en su composición, al igual que el Eurostoxx, mientras que el DAX tiene bastante peso a exportadoras y el CAC 40 tiene una diversificación sectorial más amplia.

 Es por ello que un inversor que quiera hacer gestión pasiva pero que vea en el sector bancario un foco potencial de riesgo se estaría equivocando si replicase con su cartera el comportamiento del Ibex, por ejemplo.

 Podríamos decir, por tanto, que este inversor, incluso aunque esté diversificando (ya que en lugar de comprar una acción compra todo un índice), está haciendo una inversión sobre un índice cuya composición está muy sesgada a un sector que le produce preocupación.

  • Conveniencia según el inversor:

 Convendría también diferenciar el tipo de cliente, ya se trate de una persona física o jurídica.

 Si el cliente es una empresa: por su régimen fiscal las empresas no puede realizar cambios en los fondos de inversión sin tributar; por tanto, lo que demandan es tener fondos de inversión de gestión alternativa que internamente realizan una gestión activa mientras los gestores adaptan la cartera internamente a las circunstancia de mercado (de retorno absoluto, mixtos flexibles, mixtos defensivos, etc.)

 Si es persona física: en este caso pueden trasladarse activos de un fondo de inversión a otro sin tributar, sin que resulte contraproducente que tenga usted una parte de su cartera en instrumentos de gestión pasiva, puesto que siempre podrá realizar cambios en su cartera de fondos sin peaje fiscal.

 ¿Es interesante la gestión pasiva?

 Nuestra respuesta a esta pregunta es muy clara: en este momento la situación económica global exige una revisión constante de nuestra cartera, por lo que gestionar una inversión únicamente con gestión pasiva puede suponer un grave error.

 Lo ideal sería una combinación de los dos estilos, de tal forma que se puedan complementar para crear una diversificación adecuada en nuestra cartera.

 Tal y como ya explicamos en nuestra guía “3 errores típicos del inversor español”  utilizaremos principalmente la gestión activa en la parte de la inversión planificada para el medio plazo, mientras que la gestión pasiva la implementaremos en aquella parte de la inversión planificada a más largo plazo y para períodos en los cuales el mercado tiene menos volatilidad.

 La finalidad de este artículo no ha sido otra que ampliar su conocimiento sobre las distintas alternativas de inversión que están a su alcance, para que pueda así valorar de manera desinteresada cuál es la que más le conviene, atendiendo a su perfil de riesgo y horizonte temporal.

 No obstante, nosotros, como siempre, le recomendamos que no dude en recurrir a profesionales para que le ayuden a gestionar sus inversiones, ya que es esencial cuidar y rentabilizar nuestro dinero.

Si tiene cualquier consulta o desea una ampliación de esta información no dude en escribirnos al blog  y le responderemos con la mayor brevedad posible.

¡Gracias por seguirnos!

 

 

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